
El mundo se caracteriza por ser un entorno cambiante. El futuro no lo conocemos, por mucho que nos empeñemos en intentar predecirlo. A veces, las circunstancias se alinean para que “acertemos” en nuestras predicciones, pero la mayoría de las veces nos equivocamos. Es por lo que consideramos que vivimos en un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo). Es lo que hay, no podemos cambiarlo.
Pero ¿por qué de un tiempo a esta parte tenemos la sensación de vivir en un mundo VUCA o más VUCA de lo que había sido hasta el momento?
La respuesta es sencilla aunque doble.
El primer factor para considerar que nuestro entorno es más volátil es nuestro propio egocentrismo, que nos lleva a pensar que lo que nos pasa a nosotros mismos es “mucho más lo que sea…” que lo que ha ocurrido anteriormente o lo que ocurre a otras personas en otros entornos. No es cierto, nuestro entorno es similar al del resto.
El segundo factor es la velocidad a la que percibimos ahora los acontecimientos. No es que el entorno cambie más o más rápido (bueno, puede que un poco), es que somos capaces de percibir una mayor cantidad de cambios al mismo tiempo, lo que nos lleva a tener una sensación de inestabilidad y de incertidumbre muy elevada. Probablemente, si un ciudadano romano del siglo IV después de Cristo hubiera tenido Internet, televisión y una percepción del mundo global como la que tenemos nosotros hubiera tenido la misma sensación de vivir en un entorno VUCA.
Cierto es, como ya he comentado antes, que los avances tecnológicos y sociales actuales han acelerado un poco el ritmo al que vemos los cambios, pero no es que el futuro sea más o menos complejo o ambiguo, es que es, por definición, incierto y, por lo tanto, volátil. ¿Cómo podemos considerar que algo que no ha ocurrido y que no tiene por qué ocurrir se ha volatilizado?
La incertidumbre hace que la toma de decisiones sea compleja, la percepción de seguridad sea volátil y el escenario imaginado ambiguo.
¿Cómo podemos enfrentarnos a un escenario que no podemos pre-definir?
Aunque parezca una contradicción, disponer de una estrategia, un camino para llegar de un punto A a un punto B, hacerse las preguntas adecuadas para descubrir las respuestas necesarias, es un buen comienzo para enfrentar un escenario futuro incierto. La capacidad de predicción que te ofrece el análisis exhaustivo de las variables del presente que nos afectan ayuda a visualizar las alternativas que posiblemente nos encontraremos en el futuro (en ese camino de A a B).

Yo siempre explico a mis alumnos que la mejor estrategia posible es la que resuelve el peor de los escenarios probables. Y es, simplemente, porque los escenarios que no tienen solución no pueden resolverse y dedicar recursos a intentar resolver todos los escenarios posibles con solución exigiría una cantidad de recursos que haría ineficiente la estrategia. Hay que dejar algo a la incertidumbre.
Para poder enfrentar un escenario incierto (VUCA si lo prefieres) necesitas dos cosas que son fundamentales en la vida: una marca que te haga relevante para los demás y una actitud de comprensión y empatía hacia los que te rodean. Por lo menos, desde el ámbito que a mí me ocupa que es el de la comunicación y las relaciones.
Una marca relevante
Tener una marca personal relevante es tener la imagen de que podemos resolver ciertos problemas que pueden tener los demás, los que están en nuestro entorno. Puede ser que resuelvas una necesidad a través de un producto o de un servicio profesional, pero también puede ser que lo hagas a través de una relación personal y no comercial.
La marca es el resultado de estar en el mundo. No quiero profundizar en este tema porque hay mucho escrito en nuestro blog de la Escuela de Inteligencia Directiva y en mi blog ignaciojaen.es. Pero por sentar un poco la conversación, desde que tus padres te ponen un nombre y comienzas a relacionarte con el mundo, eres una marca con patas (eres una persona perfectamente identificable e identificada por aquellos que te conocen).
A veces, la construcción de esa marca personal responde a la simple actividad natural de las personas. No se ha meditado, no se ha sistematizado y no se han buscado objetivos comerciales concretos para esa marca personal. Eso es lo que ocurre en la inmensa mayoría de las ocasiones.
Sin embargo, cuando tenemos algo (comercial) que ofrecer al mundo, la construcción y el desarrollo de nuestra marca debe realizarse conforme a la consecución de unos objetivos relacionados con ese desempeño profesional. Y en este sentido, me da igual que se trate de un profesional en busca de un empleo por cuenta ajena, que uno que busca clientes para su propio negocio, que un artista que necesita vender sus cuadros o sus libros. Hay unos objetivos y hay que marcar una estrategia para conseguirlos.
En el desarrollo de esa marca personal con interés comercial debemos profundizar en ser, de nuevo, relevantes, para los demás, aunque en ese “los demás” solo deberían entrar aquellos que consideramos nuestro cliente ideal. Y la forma de ser relevantes para nuestro cliente ideal es:
A) conocerlo bien, saber cuál es su motivación emocional de compra;
B) construir un storytelling que permita establecer una relación a través de esa motivación emocional de compra.
Como se hacen estas dos cosas no es cuestión de este artículo, aunque puedes comenzar el aprendizaje a través de nuestros programas formativos si lo necesitas.
Una actitud empática
Tener una actitud empática es ser capaces de entender las necesidades de los que nos rodean y ser capaces de ponernos en su piel. Eso es la empatía. Y para ello, hay que escuchar. Yo me dedico a hablar mucho (escribir mucho también) pero leo y, sobre todo, escucho a los que tengo a mi alrededor. No quiero decir que sea el que más escucha del mundo, que también me marco mis “soliloquios” y a veces no presto atención a cosas importantes. Pero procuro, sobre todo cuando hablo con aquellas personas a las que podría ayudar con mi conocimiento profesional, escuchar antes de hablar.
Una actitud empática es también una actitud generosa y solidaria, porque comprende las necesidades de las personas y busca modos de resolver esa necesidad. Unas veces será a través de la intervención (profesional si es el caso) y otras, precisamente, a través de la escucha pasiva y sincera (sin vender nada).
Y una actitud empática es una actitud prudente y colectiva, porque entiende que las personas formamos parte de una sociedad que mejora cuando la mayoría estamos bien. Por tanto, buscará resolver los problemas de los demás sin generar ni más tensiones ni más problemas, buscando el bien común.

A través de una marca personal relevante y una actitud empática podremos enfrentarnos a un mundo incierto y cambiante, porque crearemos lazos de relación colectivos que nos permitirán resolver las dudas y los problemas del futuro de una forma más eficiente, mediante el trabajo de todos al servicio de todos.
Deja una respuesta