
El mundo de la comunicación viene experimentando, desde hace años, una auténtica revolución (que la pandemia ha venido a acelerar).
Con el confinamiento aumentó la demanda y el consumo de contenidos, sobre todo, los digitales. Y ello provocó la eclosión de diferentes herramientas, tanto para contactar con nuestros seres queridos, como para teletrabajar o crear y difundir ese contenido.
Cualquier empresa, cualquier persona, se ha convertido, prácticamente de la noche a la mañana, en un grupo mediático. Tenemos a nuestro alcance la posibilidad de difundir nuestros mensajes en cualquier formato; escrito (blog), audio (podcast) y vídeo (bien por canales propios o a través de plataformas como youtube, tiktok, …).
Antes, una empresa necesitaba un “intermediario” (prensa, radio o televisión) para hacer llegar su mensaje a su público objetivo. Hoy ya no es necesario. Es un hecho que, desde hace más de un año, la inversión económica de las organizaciones en comunicación se está decantando hacia el mundo digital (en detrimento de los tradicionales). Esta tendencia es imparable.
Y es imparable por una sencilla razón: es más efectiva y eficiente. Podemos segmentar la audiencia tanto como queramos. Y, además, por mucho menos coste que el de salir en la prensa, la radio o la televisión.
Hoy, cualquier empresa, cualquier persona, tiene total libertad para decidir lo que cuenta, cómo lo cuenta, cuándo y a quién. Y cualquiera dispone, también, de herramientas muy precisas para conocer y analizar el impacto que nuestro mensaje provoca en la audiencia.
Pero la libertad, a veces, puede llegar a asustar y generar confusión. Y aquí es donde, una vez más, un buen liderazgo marca la diferencia.
Porque una buena comunicación no solo pone en valor el “eslabón” que corresponde a una empresa (o persona) en una cadena de suministro (desde el origen hasta el destino-cliente final), sino que también puede realzar el lugar que ocupa en su entorno, en su sociedad, como agente generador de riqueza. Estamos hablando de un intangible que, sin ninguna duda, tiene un reflejo real en la cuenta de resultados.
Un ejemplo sobre el cambio en la comunicación
A menudo suelo poner de ejemplo lo que ha pasado en el mundo del deporte, fundamentalmente en el fútbol. Hace años, los programas deportivos nocturnos tenían siempre a cualquier protagonista en antena. Futbolistas, entrenadores, presidentes, árbitros, … Recuerdo el caso de un presidente de club (el del Real Valladolid) que despidió en antena, en directo, de madrugada, a su entrenador (Vicente Cantatore).
Hoy, los equipos tienen sus propios canales de difusión, y controlan todo lo que se difunde al exterior. Sus miembros se expresan a través de ellos, salvo la excepción de las ruedas de prensa, que son obligatorias. Pero es raro es ver a un jugador, entrenador o presidente en un medio externo. Y por eso, los programas de radio y televisión se han convertido, mayoritariamente, en largas tertulias donde periodistas y analistas hablan largo y tendido (pero sin los protagonistas, que, por cierto, también se han convertido, muchos de ellos, en auténticos streamers).
Este ejemplo y esta práctica se puede trasladar a cualquier organización, independientemente de su tamaño, sector de actividad, … Ello convierte a la comunicación y a la creación de contenidos en una herramienta valiosísima para competir y poder llegar a más clientes, siempre que se utilice bien. Porque cuando algo común se cuenta de manera distinta, deja de ser común.
Y en ese “siempre que se utilice bien” está el papel que desempeña cada persona de la organización. Ellas pueden convertirse en las mayores difusoras de nuestro mensaje, aumentando de manera exponencial el alcance de nuestro contenido. O, por el contrario, pueden poner de manifiesto que, una cosa es lo que se cuenta que se hace en una empresa, y otra es lo que realmente ocurre.
En el fondo, se trata de diferenciarnos. Si no hacemos lo mismo que nuestra competencia, ¿por qué lo contamos igual? Y si no hay tanta diferencia con las demás alternativas del mercado, razón de más para desmarcase.
En resumen, la tecnología y las circunstancias han hecho que nos hallemos ante una nueva situación que, si se aprovecha bien, puede servir para mejorar o transformar nuestra actividad, con su correspondiente reflejo en la cuenta de resultados. Y como siempre, la diferencia va a estar en las “cabezas” que determinen cómo se van a utilizar las nuevas herramientas y posibilidades que tenemos a nuestra disposición.

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